"El amor se arma de paz contra el poder, contra la razón, contra el honor...

y dulcifica, en medio de las penosas angustias que causa la amargura de

todas las violencias, de todos los golpes, de todos los temores" Shakespeare

Contenidos

miércoles, 13 de julio de 2011

martes, 12 de julio de 2011

lunes, 11 de julio de 2011

El final del mundo conocido...

Fisterra.... Cuanto nos ha costado... Lo hemos logrado Luna...
Un rincón del mundo que hemos descubierto juntos...

lunes, 4 de julio de 2011

domingo, 23 de enero de 2011

POEMA A LAS FOTOS DE ELSA CONVERS

Por: Ivonne Sánchez Barea

Este poema debe leerse mirando la fotos de abajo hacia arriba. Mil gracias a Ivonne quien me honora con su talento y sus palabras.
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los penachos de sol y miel
se cuelgan en la ladera oculta,
un surco orada la piedra
dando bautizo a los pasos sobre
la húmeda tierra.

suena la garganta a grito y llanto,
y cada golpe se somete al vértigo,
veloz se desliza colina abajo.

huele a musgo,
a cama de ciervo,
y martín pescador
y a avellano…

la pared se empeña
en la estrecha cumbre
y como dos hojas de un libro sagrado
se abre hacia el vértice del curso fatigado.

un perfil de santuario se me empeña,
tras mi sombra estampada sobre el tul,
que se adormece entre las hojas y el árbol.

vi el trecho lejano
y sobre la cresta de mis pestañas;
mariposas de hojas aladas;
volaron enramilladas entre las manos.

las espigas despertaron
a la flor del león dentado,
cuatro encorvados troncos
hacían la venía en el camino.

sutil corola que mira el gato,
y regreso al palacio de las ruedas,
me recibe la nube con dulce rosa,
reflejando instantes en el liquido espejo.

tiñose el cielo de oro…
y vestido el árbol de verde y rojo
se rizó el agua entre la piedra…
de un tinte de tranquilo paseo de otoño.

Ivonne Sánchez Barea
Cájar, 23 Enero 2011

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http://www.ivonne-art.com/





jueves, 28 de octubre de 2010

Condena

Elsa CONVERS-GEMPELER - 2001


Este amor condenado a muerte,
perecerá entre las garras de un grito,
desnudo, mirándote a la cara,
desnutrido de tí...

Este amor desangrado de llanto,

inconsolable de ausencias,
privado de mañanas,
preso del silencio...

Este amor se libera,

se confiesa,
se perdona,
y espera su muerte.



Mois




Elsa CONVERS - GEMPELER 2006
 
Des fois, cet être que je suis, devient un inconnu. Ma tendresse devient rage, ma tristesse colère, mon sourire devient grimace, mon amour lascivité, ma peur agressivité et je découvre l'obscur dans l'ombre de mon cœur.

Je ne réponds pour tant à tes mots, qui me font tant de bien, quant ils arrivent nourrissants, comblés de toi. Je te raconte ce qui me dit ce côté humide, triste, seul, enragé et affamé que je suis.

Je ne peux plus continuer à ramasser les morceaux de celle que j’étais, ou bien de celle que je prétendais être, cette image qui voulait être immortalisée mais qui n'existe plus.

Je me détruis le jour au jour et je ramasse les miettes qui restent dans ce que moi même j'ai cassé. Laisse-moi te raconter qu'il y a beaucoup de "mois" que tu ne connais pas; beaucoup de morceaux éparpillés dans ces moments de solitude, et là derrière, les uns se collent aux autres et sans presque le vouloir, une autre sort à mon insu.

Cette absence d'un quelqu'un qui me étale des caresses le corps et qui me pince le cœur de rêves insoupçonnés, je le cherche dans chaque visage qui me propose des secondes d'une non absence, et soudainement, les caresses disparaissent comme de l'eau citronnée sur mes blessures, l'instant devient un rêve éphémère, la saveur amère, le goût de me savoir différente, me découvrir humaine me connaître un peu mieux et m’accepter en fin.

Tandis que mon esprit reste déambulant dans les couloirs d’une autre d’autrefois, mon cœur et mon corps s’habillent de la nudité que j’ai jamais connue. Beaucoup de questions restent gravées dans la peau quand le corps est disposé et personne ne le prend. Beaucoup de blessures quand le corps est pris mais le cœur délaissé.

Dois-je me sentir desserte si nul ne veut m’arroser d’amour, même quand d’amour transpire ma peau ? La joie discontinue est déguisée en solitude, en compagnie de ces « mois » que j’apprivoise à peine, alors, tant de douleur, mal nécessaire, le béton de mes autres qui me font moi, une seule, différente, inconnue.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Pesadilla

Elsa CONVERS-GEMPELER - 2001

en medio de ésta pesadilla,
me cubro de mil máscaras,
busco esconderme,
mi cielo interno te pregunta,
mi infierno te ignora,
cada palabra destilada de mis sueños,
cada caricia anhelada,
cada sonrisa callada,
cada abrazo vacío,
quedará guardado,
busco darte un final
y no consigo que mueras.

entre mi almohada y tu recuerdo,

hay lágrimas cubiertas de orgullo, 
de dolor, de hambre de tí.
 
busco fabricar tu muerte,
reinventar la historia,
actuar para fingir que no te veo,
y si no estás, no te extraño,
si no te extraño no existes,
y mi piel no te llama...

pero no haz muerto,

la historia no se inventa, 
se recuerda,
las máscaras se caen y tú sigues ahí,
estás y te extraño,
existes y mi piel te llama.

el telón se cierra, 
este papel no me queda,
te llamo a gritos, 
te extraño a gritos, 
te odio a gritos, 
te sueño a gritos,
te lloro a gritos...
 
espero sea por poco; 
no tengo más máscaras,
quiero dormir sin pronunciar tu nombre,
despertar sin anhelarte a mi lado,
vivir sin esperar a que vuelvas.



Adivinas?

Elsa CONVERS GEMPELER - 2001

En medio de tantas predicciones,
augurios de tus ojos,
presagios de tus manos,
profecía que te envuelve;
quedo aquí perpleja,
entre mis tormentas escampadas,
llena de charquitos,
espejos de esta historia.

Presiento tu imagen

entre techos de colores,
pintoresco ojos de lago,
profundo viento de estación
cuentero mágico sin tiempo,
música que abraza mis nostalgias.

Lo siento... no escuché tu llegada,

entramada paso a paso,
ahora que veo tu rastro;
cómo faltó tu vocecita arrastrada,
música que habita al borde de mis sueños.

De mis pestañas cuelga,

algo más que el agua
de la lluvia que me lava;
el recuerdo de las tuyas,
un tanto más claras,
rizos de sol,
cárcel de los lagos
que ahora voltean a mirarme.

Entre línea y línea,

entre un segundo y otro,
entre tú y tú,
sigo yo, inmóvil,
bajo el agua,
que algún día batirá lo insoluble,
escamparán las tormentas,
y el calor de tus palabras
secará el suelo donde piso...

Cuanto quiero deshabitarme...!


Y tú?


Quieres llover?


viernes, 8 de octubre de 2010

Todos los caminos llevan a Santiago




Primera Etapa 

Sarria - Porto Marín 

      Como tantas otras cosas maravillosas 
      que me ha dejado su amistad, el cangre, 
      fué quien me metió la curiosidad por el 
      Camino de Santiago. 
Cerca de mi casa pasa un camino que lleva a Santiago de Compostela, no se de dónde supe que era ese camino. Por esas cosas de la vida lo sabía. La primera persona conocida que supe que lo hizo, un ser muy cercano a mi vida y a mi corazón me dejó la pulga en la oreja y desde entonces vivir esa experiencia se convirtió en un fantasma que deambulaba tímidamente entre mis proyectos.


 
Adicta al Internet sucumbí, como tantos otros, a las amargas delicias del Facebook en el 2008; muchos amigos perdidos entre las hojas del tiempo reaparecieron y con ellos los recuerdos. Mucho se puede decir del Facebook, pero mal que bien me ha ayudado a mantener el lazo con mis amigos y a restaurar los lazos con los que en otros tiempos lo fueron. No obstante, los años de ausencia de las vidas de esos otros, terminan por convertirnos en una especie de foto vieja, una imagen estática, nosotros, y los otros, se quedan con lo que en algún momento – bienaventurado o no – conocieron de nosotros y nosotros de ellos. Así, reestablecido el lazo gracias a la red, hay amigos que son como esas fotos, no sabemos mucho mas de ellos que lo que conocimos en ese lapso de vida. Si en el 2008 mi lista de amigos aumentaba considerablemente día a día, en el 2009 las peticiones de amistad eran mas bien esporádicas y entre ellas una que me sorprendió agradablemente. Un amigo de la infancia de quien no tenía noticia desde hace 18 años. Sobrepasadas las presentaciones de nuestras vidas respectivas por el inbox de Facebook, comenzamos a hablar por skype.  




Lo invité a Ginebra y el reencuentro sobrepasó su etapa virtual. Nos re conocimos adultos, cada cual con casi dos decenas más de años de vida y de experiencias. Pasamos cinco días adelantando cuaderno y recordando viejos tiempos. Cinco días en los que vi que hay ciertos lazos que ni el tiempo corroe. Me sentí de inmediato en confianza, como si el tiempo no hubiese pasado, encontramos muchos puntos en común, y entre ellos, el senderismo resultó ser la semilla de un proyecto conjunto: Hacer el camino de Santiago.

El gato y la luna al borde del Río Arve en septiembre 2009

Un año después de esa charla en torno a una fondue de queso, yo estaba tomando un avión para Madrid en donde me encontraría con Samuel (el gato Latuno) rumbo a ocho días de marcha hacia la ciudad del Santo.

Esa noche deberíamos haber tomado un bus rumbo a Sarria, pero la falta de margen de tiempo con la que salimos y una parada de metro sospechosamente larga nos obligaron a pasar la noche afuera de la terminal de transportes de Madrid en un ambiente de pocos amigos y dos magrebinos desquiciados.

A las siete y media de la mañana me dí cuenta que era posible tener pesadillas sin haber dormido, finalmente tomamos el bus hacia Sarria y nos liberamos de los locos que poblaron nuestra “habitación” en la noche.

Llegando a Lugo, un valenciano también con pinta de peregrino se nos unió y cuando llegamos a Sarria ya éramos un equipo sin haber hecho ningún esfuerzo.

Pepe, Nuestro valenciano, un excelente compañero de viaje. Campesino, poeta y loco!

En Sarria nos explicaron que para tener acceso a los albergues municipales y a la Compostela se debe poseer una credencial. Una credencial es una cartulina plegada en acordeón en donde escribes tus datos y hay unos espacios en donde se deben poner al menos dos sellos por cada etapa recorrida y de los cuales al menos uno debe ser oficial, es decir, de los que se ponen en las iglesias, el otro puede ser el sello del albergue o de algún restaurante. La Compostela es el diploma del peregrino. Para obtenerla deben haberse recorrido al menos 100 kilómetros antes de llegar a Santiago.
Sam, Luna y Pepe en Sarria antes de comenzar el Camino.

Como nos fue indicado, fuimos al convento de la Merced a conseguir las credenciales, luego de pagar regaño de quien nos abrió la puerta (pues aparentemente lo sacamos del quinto sueño) iniciamos camino con gran entusiasmo.

 
Ya en Sarria habíamos visto que la gente con la que nos cruzamos nos deseaba buen camino y que entre los mismos peregrinos esa costumbre es la norma.

Luego de un buen rato pasábamos por un sitio un tanto desolado, ni casas, ni gente, ni animales. Al levantar la vista del suelo, no podíamos creer que en medio de ninguna parte pudiésemos encontrar un distribuidor de gaseosas en medio de la nada. La muestra de que en el Camino hay siempre todo lo que necesitas y siempre está en el sitio menos pensado. 




Nuestro primer encuentro fue con una campesino de unos 80 años montado en su arado del siglo antepasado que al vernos se detuvo y nos deseó buen camino. Luego se me acercó y estirando la mano me dio una nuez y un caramelo preguntándome mi nombre. Yo también le pregunté el suyo y por respuesta salí ganando pues supe también el de su mujer a pesar de que no estaba por los parajes.  - “Me llamo Dionisio y mi mujer Castora”- me dijo con una enorme sonrisa de orgullo. En ese momento debí tener una cara de cansada terrible porque cuando Dionisio (esposo de Castora) me vio partir, me llamó de nuevo para ponerme entre las manos otras dos nueces, otros dos caramelos y el “buen camino” adicional.


Dionisio y su esposa Castora... no la ve? yo tampoco la ví... pero ella estaba allí.

Comenzaba bien la cosa. Después de ese tierno encuentro, mi cansancio desapareció y seguimos el camino. Más adelante seguimos encontrando gente de la región que con una sonrisa desprevenida nos deseaban buen camino. Ya en la tercera hora de ruta, en un campo de maíz, una mujer con un sombrero hermoso nos dijo que nos quedaban 16 kilómetros que deberíamos recorrer antes de que nos lloviera.

Cuando me entrené en Ginebra había leído que uno hace en promedio 5 kilómetros por hora, así es que a eso de las siete pensábamos que ya deberíamos estar cerca de Porto Marín. Llegando a una yé, Pepe, nuestro Valenciano, entró a un albergue para preguntar en dónde estábamos. El salió contentísimo y con voz de victoria decía –“pero si estamos en Ferreiros!...”  – Sam y yo lo miramos desconcertados pues no entendíamos su euforia… Yo, que estaba parada enfrente al letrero FERREIROS le dije… -“Si Pepe, estamos en Ferreiros pero es que vamos para Porto Marín”-… me sentí muy mal al ver su cara de decepción pero todos nos echamos a reír y dado el estado de cansancio y la hora avanzada decidimos parar para dormir y recuperar lo que nos faltaba al día siguiente.

Ese fue el único albergue gratuito en donde dormimos. Esa noche tan pronto llegamos, nos dimos una ducha y conocimos a nuestros compañeros de cuarto, tres españoles muy simpáticos, Laura, Miguel y Cristina, estudiantes universitarios con los que hubo buena energía, terminamos comiendo juntos y pasando un buen rato después de la primera jornada, especialmente con los comentarios de la casera que se opuso rotundamente a que dejáramos comida en los platos con un desconcertante: - “y eso a quién se lo deja???”-.

Al día siguiente salimos en la madrugada cuando aún estaba oscuro. Fue Pepe, como buen campesino, quien se levantó primero y nos despertó, cada uno a su turno. Entre las sombras del camino alcancé a vislumbrar la belleza del paisaje, y cuando fue aclarando, pude ver que los alrededores andaban acolchonados por una capa de niebla ligera. El olor de la mañana era extraño, una mezcla entre col, pasto cortado y ganado, espesaban el aire. Después de recorrer una parte del camino casi a tientas, pasadas las 8 llegamos al final de la primera etapa. Porto Marín!





jueves, 7 de octubre de 2010

Segunda Etapa


Porto Marín - Palas de Rei


A Porto Marín se llega cruzando el Río Miño que está hermosamente decorado por unas orillas de hierba nueva de color verde menta surcada levemente por el cambio del nivel del agua. Desde el puente nuevo se ven los vestigios de un puente romano. Lo que pudieron haber sido las columnas, están resistiendo, paradas en medio del río, como muñones amputados al que el agua les arrebató el cuerpo.




Llegando al pueblo, paramos en un bar a tomar agua y buscar en la iglesia el sello oficial. Pepe se quedó en el bar mientras el gato y yo subimos al pueblo. Yo fui a la farmacia a conseguir parches para las ampollas y él a la iglesia para sellar las credenciales.

Esperando a que el gato bajara de la iglesia, vimos pasar a los españoles que nos tomaron la delantera. Pepe en seguida se fue alistando y salió ligero detrás de los españoles movido por una atracción casi magnética.

Con ellos nos cruzamos varias veces en el camino, rebasándonos los unos a los otros. Ya en la tarde, agobiados un poco por el sol, percibimos a  lo lejos a Laura sentada en el borde de la calle y Miguel esperándola de pié. Ésta guapa, había decidido hacer el camino con unos tenis para usar en sala deportiva más que para recorrer los terrenos irregulares a los cuales uno se confronta la mayor parte del camino. Paramos para ver lo que pasaba. Le ofrecí un poco de crema calmante y antiinflamatoria. Ya estábamos alejándonos cuando se me ocurrió que si ella usaba unos zapatos de suela gruesa, quizás el dolor sería menos intenso. Le presté mis botas y yo aproveché para ponerme los zapatos de repuesto que me descansaron los pies y los gemelos el resto del trayecto.

Llegando al kilómetro 73 nos sorprendimos con un lugar hermoso que después sabríamos que se llama la fuente del peregrino, es un lugar de acogida y ayuda al peregrino, allí nos recibió una mujer encantadora quien nos ofreció objetos e información sobre Jesús, agua, café y aromática. Jeimie, Estadounidense, saltó el charco para hacer voluntariado y ayudar a la gente en el camino de Santiago.



Más adelante paramos a comer en un restaurante. Miguel y Laura nos acompañaron un rato y luego se adelantaron olvidando las botellas de agua que acababan de comprar. Muy a pesar de los pies de Laura, todos ellos nos tomaron la delantera y llegaron antes que nosotros a Palas de Rei. Faltando dos kilómetros, pasamos por una granja hermosa, con una gran huerta, gallinas, gansos y… gatos! Quise fotografiarlos y cuando me estaba acercando tímidamente pues no quería espantarlos, salió de la casa una mujer más o menos joven con un pollo muerto a medio desplumar, agarrado por el pescuezo. 

La mujer nos saludó y como si nos conociese de toda la vida comenzó a hablarnos, nos invitó a quedarnos en su casa si nos apetecía. Le pregunté cómo se llamaba y si podía aproximarme a fotografiar los gatos. Rosa, me dijo que podía, pero que no me garantizaba que ellos no salieran a perderse. Nos dijo que estaría gustosa de acogernos y consentirnos, que nos podríamos llevar cosas de la huerta y que con seguridad pasaríamos un muy buen momento en su casa. 




Hoy confieso que no entiendo qué fue lo que nos impulsó a seguir caminando, la generosidad la amabilidad y la simpatía de Rosa eran una oportunidad que no debimos desaprovechar. Sin duda el espíritu de equipo nos impulsó a reunirnos con los otros y le prometimos a Rosa que si no conseguíamos albergue en Palas de Rei, volveríamos a quedarnos en su casa.

Los últimos dos kilómetros me dieron la razón pues parecieron quince, los pies nos dolían como si cada pisada fuera un martillazo. Es curioso que ciertos pueblos se esmeran en hacer lindos caminos de lajas de piedra, que después de haber caminado más de 30 kilómetros en un día son una penitencia de pecado mortal agravado con premeditación y alevosía para el peregrino, que en año de Jacobeo, de avance está perdonado.

Ese día nos dimos cuenta de cómo el cansancio puede exaltar el sarcasmo y la risa. Las carcajadas y la ironía referentes a nuestro estado fueron nuestros compañeros en esos dos kilómetros interminables. Por fin llegamos  a Palas de Rei, el albergue municipal nos esperaba. Quedé impresionada con las instalaciones, modernas limpias y bien organizadas, por el contrario, la acogida del funcionario fue fría, mecánica y sin ningún interés. Extrañé a Rosa.

Dejamos caer nuestros cuerpos como bultos de papas en los camarotes asignados exhalando toda clase de ruidos de dolor, alivio y risa. Nuestros coequiperos vinieron a nuestro encuentro, cruzamos algunos comentarios sobre la etapa y decidimos que Miguel, Cristina y yo iríamos a hacer la compra de la comida del día siguiente.

Luego de 36 kilómetros, en ése momento yo ignoraba que el supermercado más cercano quedaba a casi un kilómetro de distancia por una pendiente endemoniada. Cuando comenzamos a bajar ya había empezado a sufrir por la subida, pero tomada la decisión no quedaba más que asumirla, de lo cual me arrepentí más tarde, pues llevar varios kilos de comida suplementaria para la etapa reputada como la más  difícil resultó ser un karma del que aprendimos literalmente el peso.

Esa noche fuimos de nuevo a comer juntos, entre sabores, risas y cansancio. En ése momento no lo sabíamos, pero no volveríamos a ver a Pepe quien después de una noche poblada de carcajadas y ruido de nuestras poco consideradas compañeras de cuarto, salió muy temprano decidido a llegar a Santiago cuanto antes.