"El amor se arma de paz contra el poder, contra la razón, contra el honor...

y dulcifica, en medio de las penosas angustias que causa la amargura de

todas las violencias, de todos los golpes, de todos los temores" Shakespeare

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jueves, 7 de octubre de 2010

Segunda Etapa


Porto Marín - Palas de Rei


A Porto Marín se llega cruzando el Río Miño que está hermosamente decorado por unas orillas de hierba nueva de color verde menta surcada levemente por el cambio del nivel del agua. Desde el puente nuevo se ven los vestigios de un puente romano. Lo que pudieron haber sido las columnas, están resistiendo, paradas en medio del río, como muñones amputados al que el agua les arrebató el cuerpo.




Llegando al pueblo, paramos en un bar a tomar agua y buscar en la iglesia el sello oficial. Pepe se quedó en el bar mientras el gato y yo subimos al pueblo. Yo fui a la farmacia a conseguir parches para las ampollas y él a la iglesia para sellar las credenciales.

Esperando a que el gato bajara de la iglesia, vimos pasar a los españoles que nos tomaron la delantera. Pepe en seguida se fue alistando y salió ligero detrás de los españoles movido por una atracción casi magnética.

Con ellos nos cruzamos varias veces en el camino, rebasándonos los unos a los otros. Ya en la tarde, agobiados un poco por el sol, percibimos a  lo lejos a Laura sentada en el borde de la calle y Miguel esperándola de pié. Ésta guapa, había decidido hacer el camino con unos tenis para usar en sala deportiva más que para recorrer los terrenos irregulares a los cuales uno se confronta la mayor parte del camino. Paramos para ver lo que pasaba. Le ofrecí un poco de crema calmante y antiinflamatoria. Ya estábamos alejándonos cuando se me ocurrió que si ella usaba unos zapatos de suela gruesa, quizás el dolor sería menos intenso. Le presté mis botas y yo aproveché para ponerme los zapatos de repuesto que me descansaron los pies y los gemelos el resto del trayecto.

Llegando al kilómetro 73 nos sorprendimos con un lugar hermoso que después sabríamos que se llama la fuente del peregrino, es un lugar de acogida y ayuda al peregrino, allí nos recibió una mujer encantadora quien nos ofreció objetos e información sobre Jesús, agua, café y aromática. Jeimie, Estadounidense, saltó el charco para hacer voluntariado y ayudar a la gente en el camino de Santiago.



Más adelante paramos a comer en un restaurante. Miguel y Laura nos acompañaron un rato y luego se adelantaron olvidando las botellas de agua que acababan de comprar. Muy a pesar de los pies de Laura, todos ellos nos tomaron la delantera y llegaron antes que nosotros a Palas de Rei. Faltando dos kilómetros, pasamos por una granja hermosa, con una gran huerta, gallinas, gansos y… gatos! Quise fotografiarlos y cuando me estaba acercando tímidamente pues no quería espantarlos, salió de la casa una mujer más o menos joven con un pollo muerto a medio desplumar, agarrado por el pescuezo. 

La mujer nos saludó y como si nos conociese de toda la vida comenzó a hablarnos, nos invitó a quedarnos en su casa si nos apetecía. Le pregunté cómo se llamaba y si podía aproximarme a fotografiar los gatos. Rosa, me dijo que podía, pero que no me garantizaba que ellos no salieran a perderse. Nos dijo que estaría gustosa de acogernos y consentirnos, que nos podríamos llevar cosas de la huerta y que con seguridad pasaríamos un muy buen momento en su casa. 




Hoy confieso que no entiendo qué fue lo que nos impulsó a seguir caminando, la generosidad la amabilidad y la simpatía de Rosa eran una oportunidad que no debimos desaprovechar. Sin duda el espíritu de equipo nos impulsó a reunirnos con los otros y le prometimos a Rosa que si no conseguíamos albergue en Palas de Rei, volveríamos a quedarnos en su casa.

Los últimos dos kilómetros me dieron la razón pues parecieron quince, los pies nos dolían como si cada pisada fuera un martillazo. Es curioso que ciertos pueblos se esmeran en hacer lindos caminos de lajas de piedra, que después de haber caminado más de 30 kilómetros en un día son una penitencia de pecado mortal agravado con premeditación y alevosía para el peregrino, que en año de Jacobeo, de avance está perdonado.

Ese día nos dimos cuenta de cómo el cansancio puede exaltar el sarcasmo y la risa. Las carcajadas y la ironía referentes a nuestro estado fueron nuestros compañeros en esos dos kilómetros interminables. Por fin llegamos  a Palas de Rei, el albergue municipal nos esperaba. Quedé impresionada con las instalaciones, modernas limpias y bien organizadas, por el contrario, la acogida del funcionario fue fría, mecánica y sin ningún interés. Extrañé a Rosa.

Dejamos caer nuestros cuerpos como bultos de papas en los camarotes asignados exhalando toda clase de ruidos de dolor, alivio y risa. Nuestros coequiperos vinieron a nuestro encuentro, cruzamos algunos comentarios sobre la etapa y decidimos que Miguel, Cristina y yo iríamos a hacer la compra de la comida del día siguiente.

Luego de 36 kilómetros, en ése momento yo ignoraba que el supermercado más cercano quedaba a casi un kilómetro de distancia por una pendiente endemoniada. Cuando comenzamos a bajar ya había empezado a sufrir por la subida, pero tomada la decisión no quedaba más que asumirla, de lo cual me arrepentí más tarde, pues llevar varios kilos de comida suplementaria para la etapa reputada como la más  difícil resultó ser un karma del que aprendimos literalmente el peso.

Esa noche fuimos de nuevo a comer juntos, entre sabores, risas y cansancio. En ése momento no lo sabíamos, pero no volveríamos a ver a Pepe quien después de una noche poblada de carcajadas y ruido de nuestras poco consideradas compañeras de cuarto, salió muy temprano decidido a llegar a Santiago cuanto antes.


1 comentario:

  1. Como olvidar esa gloriosa etapa. Qué dolor tan intenso y qué eternidad de etapa. Me has hecho revivir cada momento. Que relato. Gracias.

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